De todo lo cual surge una cuestión: si es mejor ser amado que temido, o al contrario. La respuesta es que habría que conseguir ambas cosas, pero ya que es difícil poseerlas conjuntamente, cuando nos haya de faltar una de ambas, es mucho más seguro ser temido que amado. (Nicolás Maquiavelo, El Príncipe).
Volvió el gobernador de hacer lo que más disfruta, que es lo que considera que debe ser su función: promocionar a Tucumán en los más diferentes destinos. Y regresó para hacer, precisamente, lo que menos le agrada: zanjar en la interna comarcana del poder.
La política tiene esas disyuntivas, vigentes desde hace siglos. No se trata de que la historia se repita, sino, en todo caso, de que Maquiavelo supo identificar en el siglo XV algunas constantes del poder. Hay elementos fundamentales que, por el contexto de su tiempo, no atendió, como la legitimidad: una categoría acaso fútil para los tiempos de gobernantes que heredaban sus tronos y eran “ordenados por Dios”.
Justamente, el empeño de Juan Manzur por mostrarse como un hombre de consensos es, en cierta medida, una apuesta por esa legitimidad. Una legitimidad lesionada “de origen” por la nulidad judicial de los escandalosos comicios de 2015 (luego revertida). Una legitimidad conseguida “en ejercicio” mediante el trabajo en múltiples frentes: apoyo a medidas del Gobierno nacional que le valieron el reconocimiento del macrismo; ascendencia en el peronismo, que coronó con el acto del 17 de octubre; diálogo con empresarios locales (y nacionales) y con la UNT (y universidades internacionales). Ese es el Manzur que, en términos políticos, quiere ser “amado”. Que quiere gozar de un “afecto societatis” de diversos grados, pero más o menos amplio.
El Manzur que aún no termina de asomarse del todo es, también en términos políticos, el temible. Un concepto referido a la autoridad. Por oposición al anterior, una categoría que implica confrontación y desgaste. Con el ejercicio de la autoridad, parafraseando lo que William Shakespeare puso en boca de Ricardo III, llega “el invierno del descontento”.
Éticas
En las antípodas de Maquiavelo está Inmanuel Kant, quien entre el siglo XVIII y el XIX desarrolló su concepción de la ética anclada en la norma moral: hay que proceder, sin que importen los intereses, como si esa acción individual pudiera convertirse en un principio universal aplicable a todas las personas. Sobre esta base, es cabalmente preferible ser amado que temido, a contrapelo de lo que recomienda El Príncipe.
Hasta que, entre el siglo XIX y el XX, Max Weber salió de esa dicotomía. En el terreno de la política, cuyo objeto es el poder, lo que se contrapone a la ética de la convicción personal no es la carencia de ética maquiaveliana, sino la ética de la responsabilidad. Y la vara que mide este principio no está dada por la moralidad del acto, sino por las consecuencias de la acción. No es que los valores de la convicción no rigen, sino que no operan automáticamente.
De esos postulados fundacionales de la ciencia política está hecha la coyuntura que enfrenta el mandatario tucumano. Sobre todo ahora, cuando su antecesor le discute el consenso y la autoridad en todos los frentes. Apelando a ser políticamente amado. O simplemente temido.
Anatomías
Volvió Manzur. Y dijo. Todo cuanto hizo el vicegobernador estuvo avalado por él. Léase, estaba afilada por el gobernador la guadaña con la cual Osvaldo Jaldo segó las mieses alperovichistas: el cese del senador José Alperovich como asesor del Ejecutivo, la licencia prorrogada hasta el final de mandato de Beatriz Rojkés como titular del PJ tucumano, la baja de decenas de contratos de alperovichismo en la Legislatura. Fue, claramente, un espaldarazo para Jaldo.
Ahora faltan los gestos. “Mejor que decir es hacer”, reza la catequesis de Juan Domingo Perón.
Alperovich, por caso, consagró su semana política a los gestos. Se fue del bloque del PJ, pero lo primero que hizo en la sesión del miércoles fue acercarse a saludar “amorosamente” a Miguel Ángel Pichetto, líder de la bancada cada vez más minoritaria. Esto le permitió al rionegrino ratificar en acto lo que había expresado a la prensa: las diferencias del ex gobernador y de la senadora Beatriz Mirkin no son con el bloque sino con la Provincia. Manzur tomó nota: le dijo antenoche a LA GACETA que los diputados que le responden a él también están en contra del Presupuesto Nacional 2019, pero no por eso van a dejar la bancada justicialista en la Cámara Baja.
Por cierto, y aquí el segundo gesto del ex mandatario: Alperovich votó contra el Presupuesto macrista con la mano, pero estuvo sentado, junto con Mirkin, para garantizar que con la mitad más uno de los senadores pudiera comenzar la sesión. Cuando los diputados nacionales del manzurismo hicieron lo mismo, hace 15 días, el ex gobernador los acusó de “votar con el culo” a favor de esa medida que, según él, es el límite del daño contra la industria, la empresa, la economía, el trabajo y el pueblo argentinos. Alperovich, claramente, es un verdadero profeta de sí mismo.
Más allá de los detalles anatómicos, el senador nacional hizo un enorme gesto en favor de la Casa Rosada. Y, como ya se ha dicho, los tucumanos que visitan Balcarce 50 se sorprenden con el entusiasmo con el cual hablan en el Ministerio del Interior de la Nación de la eventual candidatura a gobernador de “José”.
En la tarde del miércoles, cuando analizaban el devenir de la sesión del Senado, en el canal Todo Noticias (uno de los medios nacionales que con más atención siguen en el Poder Ejecutivo tucumano) fueron insistentes con lo “complicado” del panorama político de Manzur, “que ahora no sólo debe derrotar a Cambiemos, sino también a Alperovich”. El mismo Alperovich que se encargó de decirle al país que Manzur es un gobernador sin senadores. Que para negociar consensos con Tucumán en la Cámara Alta no hay razones para hablar con el actual gobernador de Tucumán.
Ceremonias
Manzur va a protagonizar un gesto importante la semana que viene: asumirá, en el marco de un acto a lo grande, la presidencia del PJ tucumano. Será su entrada triunfal en el justicialismo. De la organización se está encargando el propio Jaldo. En principio, para el martes o el miércoles. Será la materialización del fin de la hegemonía de los Alperovich. No va a ser un asunto menor.
Aclarado ello, la ceremonia tampoco hará olvidar en el peronismo que hay un gesto pendiente. Uno que depende de Manzur: la purga de alperovichistas en el Poder Ejecutivo.
Para qué darle más vueltas: el planeta peronista tucumano orbita alrededor de esa determinación.
Por caso, Jaldo ya dio el puntapié inicial en la Legislatura. Y tiene una nómina de alperovichistas para dejar sin contratos. Pero esa lista de espera también está en espera. Falta que Manzur también mueva las piezas. La metáfora del ajedrez no es antojadiza: Alperovich no ha dicho que quiere ser vice. El senador le apunta al gobernador. Viene por él. Por su cargo.
Lecturas
Los últimos acontecimientos en el Concejo Deliberante de la capital muestran lo que produce la presencia plena de alperovichistas en el gobierno de Manzur.
El martes tuvo lugar la sesión convocada por el bloque de los ocho concejales peronistas enfrentados con Germán Alfaro, junto con la bancada de Fuerza Republicana. Asistieron los 18 ediles. FR propuso ocupar una vicepresidencia de la nueva mesa de autoridades. Pero los “compañeros” antialfaristas avanzaron con otra propuesta: reelección de Armando “Cacho” Cortalezzi como presidente y de Belén Cruzado Sánchez como vice segunda. A lo que sumaron, toda una novedad, reemplazo de José María Franco por el alperovichista Dante Loza. El edil que promociona su candidatura y la de Alperovich en spots del prime time de ShowMatch.
Comenzó la votación. Los bussistas se fueron. Los de Cambiemos se levantaron y estalló el escándalo. Según los “alfaristas”, no había quórum para seguir votando. Según sus adversarios, se contabilizaron los votos de 14 de los 18 ediles, así que estaban presentes más de la mitad más uno. Mientras los políticos vuelven a transferirle a la Justicia su incapacidad para actuar institucionalmente con un mínimo de seriedad, hay dos lecturas hacia el interior del peronismo sobre ese hecho. Y ninguna es buena para el manzurismo.
La primera es que los tres ediles alperovichistas (Loza, David Mizrahi y Juan Luis Pérez) estaban dispuestos a abstenerse de votar la renovación de autoridades si no les daban un lugar. Eso les hubiera permitido a los alfaristas recuperar la presidencia. Entonces, los manzuristas debieron transar y darles una vicepresidencia. Es decir, el alperovichismo no busca ser amado sino temido: si no le dan lo que pide, está dispuesto a que el peronismo sea desalojado de los espacios de poder para que esos lugares queden en manos de sus adversarios.
La segunda es que la mesa de autoridades que los alfaristas impugnan, y que sus adversarios reivindican, es el paraíso de la indefinición en la pelea entre el gobernador y el ex gobernador. Sus integrantes no tienen que decidirse por Manzur y Jaldo o por Alperovich. Por ende, no tienen que pagar las consecuencias. Por el contrario, tomados de la mano, todos cantan a coro “los muchachos peronistas todos unidos triunfaremos”. Y bajo la excusa de la unidad, se sienten liberados de la obligación de optar. Todos contentos en el gris más perfecto.
Para más ambivalencias, Cortalezzi, un hombre del alperovichismo que se declaró manzurista, dijo a la prensa durante la semana que pasó que no fue correcto el proceder del Consejo del PJ en prorrogar unilateralmente la licencia de Rojkés, solicitada por ella hasta el 31 de enero, y ampliada por los consejeros hasta el 10 de abril, cuando su esposo declaró que competirá por la gobernación por fuera del PJ. Curiosa situación: el mismo Cortalezzi no tuvo ni remotamente un reparo legalista de esa índole cuando validó, durante esta misma semana, la votación de autoridades del Concejo, pese a que no estaban sentados en sus bancas la mitad más uno de los ediles.
Dicho en otros términos, si Manzur no firma el divorcio político, nadie lo hará por él.
Oposiciones
Por cierto, hay una tercera lectura respecto de lo ocurrido en el Concejo Deliberante, pero es hacia la oposición. Manzuristas y alperovichistas también dijeron en su acuerdo para compartir la mesa de autoridades que todos están unidos para enfrentar a Alfaro.
El intendente se notificó en el acto. Los socios principales del alfarismo, en cambio, parece que no se enteraron.
La misma disyuntiva, entonces, se aplica para la intendencia. Si el jefe municipal no consigue ser políticamente querido en el espacio de Cambiemos, sólo le queda la opción por ser temible.